Miryorly García: “Vivimos una de las últimas funciones de este circo”

La siguiente entrevista a Miryorly García fue publicada en noviembre de 2021 en Hypermedia Magazine. Desde entonces,  ella ha reiterado su posición disidente ante las prácticas del Estado cubano. Tanto ella como su familia enfrentan agresiones casi diarias por parte de la Seguridad del Estado. En los últimos meses, en sus publicaciones en Facebook ha manifestado su intención de participar en acciones ciudadanas, como la convocada por la académica Alina Rodríguez, de acercarse cada día 18 a una plaza pública en la que haya un busto de Martí. Miryorly ha sido coaccionada para impedir que se sume a esta acción. Sin embargo, ella ha actuado de manera coherente, al impedir que limiten su libertad de expresión y movimiento. El pasado 18 de junio de 2024 fue llevada a la estación de policía del Cotorro y fue amenazada para que desista de su activismo. Visibilizamos esta entrevista en el marco de la Campaña Cubanas en Resistencia, lanzada desde la Coordinación de Género, Diversidad y Alianzas Estratégicas de Iniciativa A.C., para destacar la actitud resiliente de las mujeres cubanas que experimentan la violencia del Estado cubano, como consecuencia de sus ideas políticas.

 

 

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Por Camila Rodríguez

El de Miryorly García Prieto (La Habana, 1978) es quizás uno de los nombres menos mencionados al repasar los miembros de los colectivos 27N y Archipiélago. Sin embargo, aun sin que ella misma pueda establecer una ruta precisa en relación a las agresiones y al hostigamiento a que se ha enfrentado en apenas un año, resulta claro, para los que formamos parte de su círculo relativamente cerrado, que su participación activa en dichos espacios la ha expuesto a las situaciones de riesgo tipificadas como violencia política con sesgo de género que asedia a 96.8% de las 62 mujeres pertenecientes a organizaciones políticas, de la sociedad civil o defensoras de derechos humanos que participaron del estudio temático realizado por la Alianza Cubana por la Inclusión, en octubre de 2021

Con un máster en Historia del Arte y varios títulos publicados entre libros y artículos, Miryorly —investigadora, ensayista y editora— encaró al viceministro de Cultura en la histórica noche del 27 de noviembre de 2020, mediante una de las sentencias más humanas de la noche:

Exigimos que digan la verdad como institución. Que digan que los muchachos de San Isidro son artistas y hasta que fueron reprimidos. Esa historia está en las redes, están quedando como mentirosos. No tenemos miedo ni lo vamos a tener jamás. Si piensan que dando un escarmiento nos vamos a callar, todo lo contrario. Les estamos dando la oportunidad a ustedes de que no mientan. Y si mañana me botan del trabajo, no me importa, me pondré a vender croquetas para mantener a mi hijo. Estamos dispuestos a repetir cada palabra dicha acá ante quien sea, incluso ante Raúl Castro. 

En los últimos meses, Miryorly ha llevado adelante denuncias que han pretendido restituir la imagen, ante la opinión pública estatal, de los grupos de los que ha formado parte. Más que actos de autodefensa o de autolegitimación, han sido la evidencia de cómo, en escenarios de fuertes tensiones, las mujeres hemos asumido la participación política también en calidad de cuidadoras, de servicio, a veces como extensión del rol de madres del espacio cerrado de la familia, a la par del de gestoras intelectuales de las acciones que trascienden de manera colectiva. Es por ello fundamental encontrar las maneras para proteger y enfrentar la violencia sistemática contra las mujeres que hacemos política. La denuncia pública, la ruptura del silencio, el fortalecimiento de la voz ante los ataques y acosos propios, la reflexión sobre el porqué seguimos haciendo, la creación de espacios de apoyo (familiares o sociales), devienen estrategias fundamentales.  

¿Cómo era tu vida antes del 27N? 

Aburrida. Había comenzado a trabajar unos meses antes como investigadora en la Dirección Municipal de Cultura del Cotorro para poder percibir un salario y estar cerca de mi familia, al tanto de mi madre enferma y de mi hijo adolescente. Pero de un modo u otro me mantenía ligada al cine, y al audiovisual en general, editando libros para Ediciones ICAIC y enVivo. Estaba al tanto de lo que se producía en el ámbito cinematográfico y también de lo que se censuraba, de las pugnas entre creadores e institución, de los debates alrededor del 349 o de la Muestra Joven. 

Me sentía preocupada por la vida política de mi país y también por el tono gris que, como fantasma del pasado, amenazaba la vida cultural; decepcionada por la incapacidad del Gobierno; atribulada por los problemas económicos como todo cubano; y atenta a los más jóvenes y a las redes sociales como única posibilidad de esperanza y de cambio. 

Me había consternado la censura del documental Sueños al pairo de José Luis Aparicio y Fernando Fraguela, que me tocó vivir muy de cerca como parte del Comité de Selección de la Muestra Joven, y me alarmaba su consecuencia: la muerte de un evento que representaba el futuro del cine cubano.

¿Qué te hace llegar hasta el Ministerio el 27 de noviembre? 

En los días previos al 27N yo era una entre tantxs cubanxs desveladxs por lo que acontecía en el barrio San Isidro. El acuartelamiento en la casa del artista Luis Manuel Otero Alcántara, líder del MSI, no era más que el estallido de una crisis política que había arrancado con el debate alrededor del 349, aparentemente constreñido al gremio cultural, que yo había observado y en cierta medida del que había participado desde las redes sociales. Estallido que tuvo como detonante el injusto encarcelamiento del rapero Denis Solís y como enfermedad de fondo, la insostenible situación social, económica y política de nuestro país; así como la ruptura entre el discurso del poder con sus posicionamientos ante las nuevas generaciones que tienen como expresión visible el discurso artístico de los jóvenes creadores. De ese arte joven, contestatario, rebelde y audaz, yo estaba pendiente; sobre todo de lo que acontecía en el ámbito del cine cubano, específicamente con los llamados “nuevos realizadores”.  

Por ello, a través de algunos miembros de Cardumen me entero, al despertar del día 27, de que un grupo de artistas iban a acudir al Mincult. Yo iba a estar por el Vedado para asistir en la tarde a la Gala de Nominados a los Premios Lucas y decidí suspender mi plan personal y sumarme para protestar por lo ocurrido el día 26 en la sede del MSI y exigirle al Ministerio de Cultura que se posicionara con responsabilidad y decoro ante la campaña de difamación contra Luis Manuel y otros artistas en los medios de difusión. 

Justo llegué a las 11:00 a.m., cuando todo iba a comenzar. Una vez allí, viví mi primera manifestación política y, además, formé parte, por elección de quienes en el gremio del cine me conocían, del grupo de 32 personas que entraron a aquel supuesto “diálogo”. 

Realmente, más que un diálogo lo que ocurrió fue maravilloso, porque 30 personas (acompañados de dos garantes, Fernando Pérez y Jorge Perugorría) que se conocían apenas entre sí ni casi tuvieron tiempo para preparar una agenda común, hablaron todos con el mismo lenguaje y defendieron las mismas ideas. 

Luego nos dimos cuenta de que nunca hubo voluntad de escucharnos y mucho menos de acceder a nuestras peticiones. “Cambiar todo lo que deba ser cambiado” es propaganda vacía, no entra dentro de sus intenciones. La campaña de descalificación contra los disidentes en los medios continuó, mientras una promesa traicionera e hipócrita de diálogo se movía por debajo del tapete con visibles intenciones manipuladoras y nefastas. 

Lo único que nos permitió la promesa de un diálogo futuro con el ministro de Cultura fue crear un grupo y generar afectos, empatías, propósitos comunes y sentido de la solidaridad, y un manifiesto que resume nuestros sueños y aspiraciones, nuestra Cuba deseada. El 27 de enero, cuando estábamos convencidos de exigir transparencia, el espejismo se esfumó tras un manotazo.

Unos días después de la reunión en el Ministerio empezaste a sufrir detenciones domiciliarias arbitrarias, vigilia policial, interrupción del servicio telefónico y de Internet. ¿Puedes establecer la cronología de estos hechos hasta hoy? 

Tengo una pésima memoria y no he tenido la precaución de llevar apuntes de estos hechos represivos, solo me he limitado a denunciarlos en Facebook, que es la red social que más utilizo. Esto me apena decirlo porque son dos defectos que no cuadran con mi profesión de historiadora. Pero es como cuando tiras fotos, que no ves a plenitud lo que está delante. Yo he preferido estar atenta, analizando y aprendiendo. 

Lo que más he sufrido han sido cortes del servicio telefónico y de Internet, no solo en mi teléfono, sino también en los otros dos móviles que hay en mi casa: el de mi esposo y el de mi hijo. Evidentemente, incomunicarme, aislarme, ha sido su prioridad; estrategia que pudiera ser cien por ciento efectiva si tenemos en cuenta que, de por sí, vivo aislada geográficamente en el periférico municipio del Cotorro. 

Me han impedido salir de mi casa puntualmente dos veces. A raíz del 27N, el día que se realizó aquella reunión fraude que televisaron como diálogo entre el ministro y unos artistas, donde solo participó un miembro del Grupo de los 30 y de la cual televisaron solo lo que les convino. En esa ocasión tuve vigilancia unos dos o tres días y me dijeron explícitamente que no podía salir. También un agente del DSE quiso entrar a mi casa a conversar, pero yo puse el candado en mi reja y le dije que yo no podía salir ni ellos entrar, que yo no tenía nada que conversar. 

Luego me interrogaron a raíz de los hechos del 27 de enero en la estación de la PNR de Infanta, donde estuvimos detenidos los que acudimos aquel día al Mincult, después de ser llevados por la fuerza en una guagua, la llamada “guagua del terror”. 

Y el 13 de noviembre fui citada a la PNR del Cotorro. Se me presentó por primera vez el agente que será “el compañero que me atiende”, que me explicó que de mí depende que él sea “mi sombra” y que no podía salir 14 ni 15 de noviembre o sería detenida. 

En estos momentos tengo vigilancia. El día 15, más que vigilancia, tuve un puesto de mando en un consultorio que está frente a mi casa. Desde allí se organizó un acto de repudio que duró aproximadamente 4 horas. 

He sufrido formas de presión indirecta, sobre todo el acoso laboral a mi esposo, quien ha perdido dos veces el trabajo luego de amenazas, chantajes y agresiones. Solo por ser mi esposo y defenderme cuando he sido ofendida o agredida.

Luego de los primeros eventos organizados en el grupo, varios miembros de 27N decidieron voluntariamente no participar de la organización de acciones. Sin embargo, hasta donde sé, tú sí te mantuviste hasta el final. Incluso cuando yo formé parte del grupo, tú decidiste en un momento no formar parte de la organización, aunque pronto te reincorporaste. ¿Qué te impulsaba a seguir, sobre todo, cuando ya habías empezado a ser acosada? 

En un inicio tuve miedo que, en lugar de mantenernos unidos, comunicados y crear estrategias para actuar contra las injusticias que se estaban cometiendo, para lo cual era obvio que necesitábamos organizarnos, termináramos creando una estructura y un plan que nos convirtiera en un grupo opositor más. Ahí fue cuando me salí, al oír hablar de crear una estructura. Yo no tengo prejuicios en cuanto a los grupos opositores en Cuba, admiro su resistencia, aunque no he estudiado sus proyectos políticos. A mí no me interesaba convertirme en una activista dentro de una organización política, me consideraba simplemente una ciudadana que quería ejercer su derecho a la crítica honesta, a la denuncia de lo mal hecho y expresarme libremente, incluso ejercer mi derecho a reunirme y manifestarme junto a aquellos que compartían mis preocupaciones e ideales. 

Estaba dispuesta a hacer activismo cívico y político ante la necesidad de contrarrestar la violencia y la represión gubernamental. Estaba consciente de que esas libertades son vulneradas en Cuba, pero me hacía ilusión que unidos pudiéramos conquistar esos derechos para nosotros y para todos. Entonces pensé en la importancia de permanecer unidos y volví a entrar. 

De pronto fuimos encontrando entre todos una sintonía y creciendo como comunidad. Cuando oí la palabra manifiesto también me asusté, luego me maravillé de lo que iba saliendo y creo que fue un documento que paró en seco cualquier intento por desvirtuarnos; muy oportuno, pues lo lanzamos en plena apertura de un fallido y mediocre Congreso del PCC. 

Nuestra debilidad, desde mi punto de vista, es que por el miedo a ser penetrados por la SE, lo que tiene un sentido lógico y aterrizado en una realidad objetiva, nos cerramos en un círculo cerrado de intelectuales fundado en la amistad, el amor y la confianza como lazos. Para mí, la comunidad 27N esta ahí, viva y latente, aunque ellos crean que no existe como grupo. Yo no veo esa palabra “final” que está en tu pregunta y considero que el destierro disimulado, una estrategia que han usado contra el 27N, no es un modo de disolverlo, simplemente lo obliga a reinventarse. Estar adentro o afuera no puede ser una condición para luchar por conquistar nuestros derechos. 

Acosados fuimos todos. Yo no fui de las más, aunque llevé y llevo una parte muy dura y en silencio; pero estar conectados, como diría LMOA, era la mejor medicina. Y esa conexión existe. Siempre digo que solo la verdad y la solidaridad nos podrán salvar.

Muchos de los miembros de 27N nos definíamos a partir del posicionamiento independiente. Cuando llegamos al Ministerio ya habíamos pasado a la producción artística, cultural, intelectual independiente. Algunos habíamos pasado un proceso de decepción con la institución del que sentíamos que no había vuelta atrás (era mi caso). Tú, sin embargo, como pocos, apostabas por ella. Recuerdo que nos dijiste en una ocasión que la institución, para ti, era más que la garantía de la subsistencia económica; creías que tu presencia en ella era importante, en la medida en que podrías ser un agente para la movilización de ideas críticas que tal vez nos llevarían, mediante al diálogo, a obtener las demandas por las que nos habíamos articulado como grupo. 

A un año de aquellos primeros diálogos, entre nosotros, y entre la institución y tú, ¿qué piensas sobre esas ideas? ¿En qué medida las ideas críticas han sido acogidas en tu círculo de influencias? ¿En qué medida tus ideas críticas dentro de la institución te han puesto en posición de riesgo (de cualquier índole)? ¿Cómo ha cambiado, cómo es hoy, tu relación con la institución? 

Ese punto siempre ha sido para mí un debate interno. En ese sentido estoy en el mismo punto que hace un año, con los mismos niveles de decepción, que son idénticos a los de aquellos que apuestan por el posicionamiento independiente. Solo que yo creo que una cosa son las instituciones y otra cosa quienes las ocupan. Considero que no hacemos nada con replegarnos y dejar que nos secuestren las instituciones. 

Pienso que también hay que seguir dando la batalla dentro de las instituciones y que no podemos encerrarnos en una burbuja y compartir nuestros criterios solo entre quienes comparten nuestras opiniones. Es como esa espuria consigna de que las calles son de los revolucionarios, o que las universidades son para los revolucionarios. No, las calles son de todos. Las universidades también. Las instituciones todas lo son. Y deberíamos compartir dentro de ellas respetando la diversidad de criterios, incluyendo la pluralidad de ideas políticas. 

Eso no pasa en Cuba, desdichadamente, pero yo me opongo a que insertarse en la institución te obligue a la simulación o a limitar tu libertad de expresión dentro de ella. Y que para ser libre tengas que salirte de la institución o te obliguen a salir, no se debe ser autónomo por obligación, sino por libre elección. 

También reconozco que hay momentos en que darle la espalda a la institución es el mejor acto de protesta cívica que puede hacerse y que estas merecen. Por ejemplo, a raíz del 11J, un gran número de miembros de la UNEAC renunciaron. Equivocadamente, me quedé esperando una reunión para alzar mi voz contra su complicidad, que, cobardemente y como acostumbra, no se puso del lado correcto de la historia. En agosto, cuando se celebró el aniversario de esta institución, Díaz-Canel se dirigió a su membresía y afirmó que sabía que podía contar con sus afiliados. Sentí mucha vergüenza y renuncié. Hay momentos en que solo puedes gozar de tu dignidad si te desmarcas de la institución, porque permanecer te contamina y te hace cómplice de lo mal hecho.

Más recientemente participas del grupo Archipiélago. También dentro de este grupo has asumido posicionamientos frontales. Pienso en el texto publicado en Rialta sobre la campaña de descrédito, en días de 27N, y en la demanda contra el intendente y el Recurso de casación, a raíz de la negativa a la Marcha del 15N. Todo esto, junto a la actitud de denuncia en redes, ha debido exponerte a afectaciones en los ámbitos público y privado, con implicaciones en lo personal, familiar, profesional y económico, según los patrones identificados de violencia política de género en el propio contexto cubano. ¿Cómo se ha afectado la vida de Miryorly y la de sus seres más cercanos? 

Creo que yo siempre he sido bastante transparente y frontal. No creo que nadie pueda hablar de un cambio en mí, en mi modo de pensar. No creo que nadie se haya sorprendido o haya descubierto a una persona diferente en mis actitudes. Simplemente lo que siempre hice desde lo personal o dentro del marco más estrecho de un centro de estudios, una oficina o un encuentro entre amigos, ahora se ha convertido no solo en público, sino en titular, porque casualmente he estado inmersa en dos de los grupos más atacados en los últimos tiempos por los medios de comunicación. En lo personal, me he sentido muy orgullosa de ello y bien acompañada. No me afectan los ataques recibidos porque son calumnias y como tal las denuncio con ambas acciones que mencionas. 

En el texto de Rialta traté de desmontar las falacias de la campaña de difamación contra el MSI y el 27N. Con mi demanda ante el tribunal apelo a lo legal como modo de protesta cívica ante la calumniosa y manipuladora carta del Intendente de Habana Vieja a Archipiélago, que se sabe no fue redactada por ningún Intendente. 

Esperaré tranquila porque el tiempo se encargará de restaurar el daño moral que intentan ocasionarnos, y digo intentan porque cada día son menos los que creen en lo que pueda decir el NTV. La pertenencia a ambos grupos la considero parte de mi currículo profesional, porque estoy aprendiendo mucho sobre civismo, democracia y activismo. 

En el plano familiar, es cierto que es difícil. Mi madre lo ha sufrido porque es de una generación que no logra ni por un segundo superar el miedo y ella, además, está enferma. Mi hijo me ha demostrado mucha inteligencia, madurez y fortaleza; es un ser muy especial y yo estoy orgullosa de él. Mi esposo ha sufrido las consecuencias más que yo, ha sido verdaderamente acosado. Creo que saben que me duele más el daño a quienes quiero. Al perder él su trabajo, nos ha afectado también en lo económico; aunque a mí no me han expulsado hasta ahora del trabajo, al parecer no lo han considerado necesario o conveniente. Me indigna que utilicen la manipulación y el chantaje emocional, atacando más a mi esposo que a mí; pero cada ataque hemos tratado de superarlo y me ha dado coraje. 

La injusticia no amedrenta, por el contrario; de ahí que este Gobierno convierta a tanta gente buena y noble en sus opositores más convencidos. No he sentido el rechazo de nadie cercano a mí, a mis afectos; todo lo contrario, solo he sentido apoyo, incluso a nivel de barrio. Ello me confirma que vivimos una de las últimas funciones de este circo, si me disculpan los artistas circenses por usar esta expresión con carácter peyorativo.

¿Cómo enfrentas la violencia a la que estás expuesta? Según tu percepción y experiencia, ¿qué podemos hacer las mujeres que sufrimos o podemos sufrir violencia por motivos políticos para estar (más) protegidas?

Yo no me propongo tanto enfrentar esa violencia de forma consciente, más bien no puedo evitar alzar mi voz ante una injusticia. Me ha pasado desde pequeña, lo injusto no me es indiferente, no consigo mirar para el otro lado, lo siento. Tampoco puedo evitar defender lo que pienso, me sale así, natural, necesito buscar la verdad, no me siento a gusto con la mentira. No es un acto de heroísmo, lo vivo como necesidad. Prefiero decir la verdad aunque me afecte. No puedo convidar a nadie a hacer lo mismo; es una decisión personal que pasa por un despertar de cada ser humano ante sus propios miedos, por reconocer que la libertad es también algo que debes conquistar por ti mismo y que una vez que la vives no te para nadie, porque se disfruta, tanto como se sufre sentir miedo. 

Mucho de lo que nos ha llevado a ser víctimas como pueblo de tanta violencia ha sido perder el verdadero sentido de la solidaridad, de la compasión. No puede dar menos miedo atravesar con nuestros hijos la selva del Darién o cruzar el mar en una frágil embarcación, que decir con valentía lo que pensamos o defender a un disidente de la violencia ejercida sobre él dentro de nuestro país.  

La mejor forma de enfrentar la violencia es unirnos y dejar solo y expuesto al abusador. Ser menos individualistas, pensar que mañana el que necesite de la solidaridad de otros puede ser tu propio hijo. Hacer lo que te gustaría que hicieran por ti.

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